La opinión de... LEOmuñoz.
La verdad es que este año si que puedo hacer un balance general de lo que representa asistir a un festival internacional de cine del nivel de San Sebastián. Aunque no he podido ver la sección oficial al completo y se me han escapado títulos como "No Habrá Paz para los Malvados" de Urbizu y "Take this Waltz" de Sarah Polley, si que los 22 títulos a los que he podido asistir me permiten tener una perspectiva más completa de lo que representa Donostia Zinemaldia para un amante del cine.
Al margen de lo que opine el jurado de este y otros festivales, que no deja de ser mas que la opinión personal de un reducido grupo de personas, nunca extrapolable a los gustos y sensaciones captadas por el resto de integrantes de la comunidad cinéfila, intentaré valorar objetivamente lo visto en la 59ª Edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián.
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Cambiando totalmente de género nos pasamos a la comedia coral filmada por Julie Delpy ("Tres Colores: Blanco", "Tres Colores: Rojo", "Flores Rotas"), una de las actrices francesas con mayor proyección interncional y que se ha pasado a la no menos complicada tarea de dirección ("Looking for Jimmy", "The Countess" y "Dos Días en París") a la vez que co-protagoniza la cinta titulada "Le Skylab". Este retrato familiar esta ambientado en 1979, justo el año en que corría la noticia de que la primera estación espacial estadounidense Skylab podría caer sobre Francia en su viaje de regreso a la tierra. Esta premisa es utilizada por Julie Delpy para recrear el paso de la niñez a la madurez de Albertin, una niña de 10 años que se reúne en la época estival con toda la familia alrededor de la abuela para celebrar su cumpleaños. La maestría de Julie Delpy para rodar este film coral en el que aparecen en la misma escena y con bastante frecuencia una media de 15 actores es de admirar. No solo por lograr captar la naturalidad de un encuentro familiar masivo alrededor de una mesa, donde los comensales charlan por grupitos y la cámara pasa de unos a otros escuchando sus historias y perfilando las personalidades de cada uno de los presentes, sino también por ser capaz de plasmar una época tan añorada y fructífera (por lo menos para mi) como fue el comienzo de los 80. Y es que este encuentro familiar con sus discusiones, cánticos, chistes, problemas, rifirrares, guateques e incluso primeros amores nos radiografía minuciosamente la situación política y social de la Francia amenazada por el Skylab, aunque esta amenaza no tenga ningún rigor científico y tan solo represente el sentir de una sociedad ante el desbocado avance tecnológico que estaban presenciando. En fin, que el Premio Especial del Jurado del Festival de San Sebastián de esta edición no ha podido ser mas acertado (no ha ocurrido lo mismo con al Concha de Oro) y que realmente no se arrepentirán de ver este film cuando lo estrenen en nuestras salas, les garantizo 114 minutos entrañables, divertidos y optimistas con el núcleo familiar como centro catalizador de nuestras vidas.
La sorpresa del festival (grata, por supuesto) vino de la mano del género de animación made in Spain, que tanto talento exporta fuera de nuestro país, y que nos regaló esta joya cinéfila titulada "Arrugas" de Ignacio Ferreras, en la que se trata el alzheimer en particular y la vejez en general con una delicadeza y sensibilidad nunca antes vista. Quizás haya resultado totalmente determinante, para que el film haya calado tanto en el público, la elección del género de animación a la hora de tratar de lleno esta realidad social, que puede caer en ciertos tópicos si se hubiese rodado con actores reales. El hecho es que la película se digiere mucho mejor y el mensaje se transmite de una manera mucho más eficaz al comtemplar la soledad, la incomunicación, el abandono y el sufrimiento al que sometemos a nuestros ancianos en personajes animados que nos permiten mantener cierta distancia con un tema tan peliagudo de plasmar en un largometraje.
Dejo en el tintero, para próximas ocasiones, las reseñas de otro grupo de peliculas de las que me gustaría escribir con más pausa, por la trayectoria de sus directores y por la calidad de las películas que también se presentaron en el festival. Me refiero a títulos como la sueca "Happy End" de Björn Runge, la joponesa "Kiseki" (Milagro) de Hirokazu Kore-eda, la portuguesa "Sangue do meu Sangue" (Sangre de mi Sangre) de Joäo Canijo, la mejicana "Las Razones del Corazón" de Arturo Ripstein, la norteamericana "Rampart" de Oren Moverman y, como no, la española de Benito Zambrano "La Voz Dormida".