viernes, 25 de septiembre de 2009

TAKING WOODSTOCK (DESTINO: WOODSTOCK) DE ANG LEE

La Opinión de... Carlos Torres Checa (desde el festival de San Sebastián). Elliot Tiber, un joven decorador de interiores de Nueva York vuelve a su pueblo para intentar reflotar el negocio hostelero familiar desde la más profunda ruina. También será presidente de la Cámara de Comercio y desde aquí consigue un permiso para un Festival de Cultura Local. A partir de entonces se encadenan las casualidades y acaba formando parte de la Historia como protagonista de uno de los grandes acontecimientos de la cultura popular del siglo XX: Woodstock.

Ang Lee se introduce (o al menos lo intenta) en la comedia. Y lo hace de puntillas, como pidiendo permiso. No es el terreno en el que se encuentra a gusto, y se nota. Ha obtenido buenas notas en el drama ("Sentido y Sensibilidad", "Brockeback Mountain") e incluso en el género fantástico ("Hulk", "Tigre y Dragón"). Pero en la comedia le falta un pequeño hervor. Creo que carece de algo muy difícil de conseguir: naturalidad. Hay cierto fuego de artificio previo al climax cómico y el corsé en el que envuelve algunas escenas ahoga el pulmón de la película. Siento decir que en el campo de la comedia, parece más despistado que un girasol en un eclipse.

No quiere decir esto que "Taking Woodstock" no sea divertida. Lo es y además tiene momentos de esos que recuerdas para siempre con una sonrisa. Los personajes con los que trabaja son amables, correctos, hasta relimpios (sobre todo ese remedo de Arcángel San Gabriel del amigo de nuestro protagonista, que galopa a caballo sobre la basura generada tras el festival). Pero cuando intenta mostrar personajes oscuros (la madre de Elliot, por ejemplo) se frena en la corteza de los mismos y nos ofrece un fantoche plano, sin transmitir la compleja personalidad que se esconde detrás. Eso sí, hay que quitarse el sombrero con la aportación de Liev Schreiber como el travestí que ofrece sus servicios de protección a Elliot. Resplandece por sí solo.

Ignoro si esta película consigue mostrar el espíritu Woodstock y su trascendencia histórica e ideológica. Soy viejo, pero no tanto. Ang Lee intenta que la reconozcamos en esos personajes que están impregnados de ilusión y son conscientes de ser protagonistas de un acontecimiento irrepetible. En frente y al lado, los promotores tiburones y los reaccionarios que contemplan furibundos que los tiempos estaban cambiando.

Traigo aquí también dos observaciones que me hizo José Manuel León Meliá tras la proyección: esta película cuenta con una impresionante producción, en la que interviene el propio Lee y James Schamus. Coordinar este set de rodaje y reproducir un Festival en el que se reunieron (gracias, por cierto, a la ingenua aportación del Tiber real) más de 400.000 personas tuvo que rozar la tragedia, a lo Apocalypsis Now. Y otra apreciación: los figurantes o extras del cine norteamericano son también unos profesionales como la copa de un pino. Los miles de ellos que aquí vemos actúan, interpretan, forman parte esencial del conjunto de la película. No hay que hacer comparaciones odiosas.

Por favor, señor realizador, corte la escena del tripi y tírela a la papelera de reciclaje. Por lo demás, una película muy apañada y otra muesca más para Ang Lee como director que apuesta por esa pequeña trasgresión de la *puntita nada más*.

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