Película dirigida y escrita (junto a Charles McKeown) por Terry Gilliam. Este director es dueño de una filmografía bastante desigual. Desde la horrorosa “Los hermanos Grimm” a la genialidad de “Doce monos” o las interesantes “Tideland” y “Las aventuras del Barón Munchausen". Desde luego fiel a sí mismo y su estética. Perteneció a los archiconocidos Monty Python, y algo del estilo de este grupo de humor británico queda impregnado en sus películas.
Pero en esta ocasión se trata de un film muy especial para Gilliam ya que, según las propias palabras del director, tiene un alto componente autobiográfico. Una oda a la imaginación, al alma de los artistas. La vida detrás del espejo, en nuestro subconsciente, en el que el bien y el mal se entremezclan. Nos demuestra que lo mágico, los sueños, pueden estar donde menos los esperamos. En este caso en un fantástico teatro sacado de otra época, en un Londres moderno. El contraste es brutal. Del mundanal ruido de una ciudad oscura e incomprensiva, a la espiritualidad y la fantasía más pura.
No podemos obviar el desgraciado morbo de esta película por ser la obra póstuma del genial Heath Ledger. Film que no pudo terminar y que tres de sus amigos interpretaron por él y a beneficio de su hija ( Jude Law, Colin Farrell y Johnny Deep). Interesante vuelta de tuerca de Gilliam. Consigue darle sentido a la historia, aunque parezca mentira, a pesar de ser interpretado el mismo personaje por cuatro actores diferentes. Lo que, inevitablemente, hace que el espectador piense en cómo sería el guión original.
Esta es una película en la que debes dejarte llevar, atravesar el espejo y envolverte del imaginario del inmortal Doctor Parnassus. Labor, por otro lado, muy fácil ya que Gilliam ha recreado un mundo y unos personajes fascinantes, muy hondos psicológicamente y a los que vamos comprendiendo conforme avanza la película. Una lucha del bien contra el mal sin moralina ni ñoñería.
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